Buceando un poco entre la literatura budista a disposición de cualquiera gracias a Google, me ha llamado la atención la historia del rey Maitribala ("cuya fuerza es la cortesía"), que vivió en un tiempo indefinido en un lugar indeterminado, pero cuya historia data de una época anterior al buda Sakyamuni, esto es, anterior al año 2500 antes de Cristo.

La historia es la siguiente:
"Había una vez un rey llamado Maitribala, "Aquel cuya fuerza es la cortesía". La gente de su reino le amaba y le protegía, ya que él amaba y protegía a cada uno de ellos en la misma medida. El poder de Maitribala se basaba únicamente en los actos justos, la honradez y la prudencia. Era un poder inmenso que, gracias a la virtud de la cortesía, se extendía a todas las criaturas del reino, a las tierras y a las montañas, a los lagos y las colinas y a cada espiga de trigo.
En otra región vivía Kubera, señor de los demonios yaksha. Un día se cansó de la conducta de cinco de sus esclavos y los desterró. Es sabido que los demonios yaksha sacian su hambre y su sed con el vigor y la fuerza vital ajenos.
Los cinco demonios, al encontrarse sin patria, se dirigieron al reino del rey Maitribala. Allí descubrieron unas tierras idílicas y un pueblo sano y próspero. ¡Lo ideal para apagar su sed! Su único propósito era beberse todo el vigor de la región.
"No lo entiendo", dijo uno de los demonios a los demás después de una larga incursión por la fértil región gobernada por Maitribala. "Han pasado varios meses y aún no hemos arrebatado a esta gente su fuerza y su vitalidad. ¿Cómo es que las plantas siguen germinando, y los niños se siguen criando sanos y fuertes? Os aseguro que no lo entiendo."
"¡No lo entiendo!", repitieron los cinco demonios yaksha.
"Tenemos que enterarnos bien de lo que pasa"
Habían tratado de debilitar a todos los habitantes: al viejo decrépito, a la criada que no había dejado de servir a su ama, al ama, al campesino con diez hijos, a la mujer del campesino, al asceta y a su discípulo.
Nada, no había forma. ¡Esa misteriosa fuerza vital no mermaba ni tanto así!
Disfrazados de brahamanes (sacerdotes de casta alta) los cinco demonios bebedores de sangre fueron a ver al vaquero que vivía solo en medio del bosque. El hombre estaba descansando a la sombra de un árbol con la vara y el hacha a su derecha.
-¡Eh, amigo! ¿No te da miedo estar solo en el bosque?
-¿De quién debería tener miedo?
-¿No has oído hablar de los demonios yaksha, que comen carne y beben sangre humana? Nadie se libra de esos seres diabólicos que chupan los líquidos vitales de los hombres. El bosque es su morada. ¿Cómo es que no les temes?
El vaquero soltó una carcajada.
-En este país tenenos un amuleto de la suerte. Es tan poderoso que ni el mismísimo Señor de los Dioses lograría neutralizarlo.
-¿Qué clase de amuleto es ése?
EI vaquero volvió a reír.
-Tiene ojos de toro y un torso tan ancho como las paredes doradas del monte Meru. ¡El amuleto es nuestro rey!
Los cinco falsos brahamanes no daban crédito. Un rey, a fin de cuentas, no es más que un hombre.
Se dirigieron a la corte y pidieron ver al rey, que les recibió enseguida. Ignoraba el diabólico plan de los cinco yaksha para engañarle aprovechándose de su conocida cordialidad. Disfrazados de mendigos le pidieron que les diera de comer.

-Será un verdadero honor complaceros. Sois mis invitados, nobles brahmanes.
Cocineros y sirvientes les brindaron unos platos exquisitos. Pero los yaksha, sentados a la mesa, los despreciaron todos.
-No nos gusta.
-No tenéis más que pedir, y os traerán lo que sea de vuestro agrado.
Pero el rey no tardó en comprobar cuán falsos eran sus rostros y sus ropas de brahmanes. Los demonios recuperaron su aspecto y exigieron su alimento preferido.
-Nosotros comemos carne humana. Tiene que estar cruda y recién cortada; y bebemos sangre humana aún caliente.
Los demonios no se sacian nunca, y padecen mucho por esta causa. El rey lo sabía y sentía lástima por ellos. Tenía que complacerlos.
-Mi obligación es atender a los que piden caridad.
Se levantó y fue a deliberar con sus ministros, ya que parecía imposible atender esa petición. ¿Quién sería capaz de llegar a ese extremo? Ni él ni el más despiadado de los hombres.
-"La única solución es ofrecerles a los demonios carne de animales muertos por causas naturales", propusieron los ministros.
-"No la comerán, es carne fría y desangrada. Está claro lo que debo hacer", dijo el rey después de repasar todas las opciones.
"Les daré mi propia carne y mi propia sangre. ¿De qué me sirve mi cuerpo, si no es para complacer con un acto excepcional, que me llenará de satisfacción, a los necesitados?"
-"¡No lo hagas!", gritaron los ministros
El rey Maitribala, desoyendo sus consejos, fue a ver a los demonios y les ofreció su propia sangre.
Los yaksha no podían creerlo. Mientras los médicos llamados por el rey le abrían las venas y el coro de los ministros gritaba "¡No es justo!", ellos sorbían la sangre de la palma de las manos y se la tragaban, extasiados. El líquido rojo oscuro, fragante cual madera de sándalo, bajaba por sus gargantas sedientas. Pero la vitalidad del rey que se desangraba no disminuía. El mismo dilema de ante volvió a obsesionar a los demonios.
-¿Cómo es que sigue siendo igual de fuerte y generoso? No lo entedemos. ¿Qué pretende?
-"Mantener a mis invitados con mi cuerpo es una fortuna. Un acto que tendrá grandes consecuencias para todos. Y ahora saciaré vuestra hambre"
El rey blandió su espada. Cada vez que, con brazo firme, cortaba su carne, una intensa alegría iluminaba su cara. Su felicidad y las horribles heridas obraron el milagro. Los demonios, sobrecogidos, se rindieron.
Su furor había desaparecido. Ni siquiera tocaron la carne apetitosa, que antes habrían devorado con avidez. El gesto del rey había aplacado el rencor de sus corazones, el fuego del odio se había transformado en la pureza de la fe.
A continuación, Shakra, señor de todos los Dioses, descendió hasta él. Aplicó hierbas en sus heridas y calmó su dolor. Luego devolvió su integridad a su cuerpo.
Y así terminó el relato.... unos 600 años antes de Cristo.
Fuentes:
On Yuan Chwang's - Travels in India 629-645 A.D. (Págs. 270-278)
Ferruccio Parazolli - El prícincipe Siddharta
http://www.borobudur.tv/jataka_08.htm
www.google.com -> Maitribala

La historia es la siguiente:
"Había una vez un rey llamado Maitribala, "Aquel cuya fuerza es la cortesía". La gente de su reino le amaba y le protegía, ya que él amaba y protegía a cada uno de ellos en la misma medida. El poder de Maitribala se basaba únicamente en los actos justos, la honradez y la prudencia. Era un poder inmenso que, gracias a la virtud de la cortesía, se extendía a todas las criaturas del reino, a las tierras y a las montañas, a los lagos y las colinas y a cada espiga de trigo.
En otra región vivía Kubera, señor de los demonios yaksha. Un día se cansó de la conducta de cinco de sus esclavos y los desterró. Es sabido que los demonios yaksha sacian su hambre y su sed con el vigor y la fuerza vital ajenos.
Los cinco demonios, al encontrarse sin patria, se dirigieron al reino del rey Maitribala. Allí descubrieron unas tierras idílicas y un pueblo sano y próspero. ¡Lo ideal para apagar su sed! Su único propósito era beberse todo el vigor de la región.
"No lo entiendo", dijo uno de los demonios a los demás después de una larga incursión por la fértil región gobernada por Maitribala. "Han pasado varios meses y aún no hemos arrebatado a esta gente su fuerza y su vitalidad. ¿Cómo es que las plantas siguen germinando, y los niños se siguen criando sanos y fuertes? Os aseguro que no lo entiendo."
"¡No lo entiendo!", repitieron los cinco demonios yaksha.
"Tenemos que enterarnos bien de lo que pasa"
Habían tratado de debilitar a todos los habitantes: al viejo decrépito, a la criada que no había dejado de servir a su ama, al ama, al campesino con diez hijos, a la mujer del campesino, al asceta y a su discípulo.
Nada, no había forma. ¡Esa misteriosa fuerza vital no mermaba ni tanto así!
Disfrazados de brahamanes (sacerdotes de casta alta) los cinco demonios bebedores de sangre fueron a ver al vaquero que vivía solo en medio del bosque. El hombre estaba descansando a la sombra de un árbol con la vara y el hacha a su derecha.
-¡Eh, amigo! ¿No te da miedo estar solo en el bosque?
-¿De quién debería tener miedo?
-¿No has oído hablar de los demonios yaksha, que comen carne y beben sangre humana? Nadie se libra de esos seres diabólicos que chupan los líquidos vitales de los hombres. El bosque es su morada. ¿Cómo es que no les temes?
El vaquero soltó una carcajada.
-En este país tenenos un amuleto de la suerte. Es tan poderoso que ni el mismísimo Señor de los Dioses lograría neutralizarlo.
-¿Qué clase de amuleto es ése?
EI vaquero volvió a reír.
-Tiene ojos de toro y un torso tan ancho como las paredes doradas del monte Meru. ¡El amuleto es nuestro rey!
Los cinco falsos brahamanes no daban crédito. Un rey, a fin de cuentas, no es más que un hombre.
Se dirigieron a la corte y pidieron ver al rey, que les recibió enseguida. Ignoraba el diabólico plan de los cinco yaksha para engañarle aprovechándose de su conocida cordialidad. Disfrazados de mendigos le pidieron que les diera de comer.

-Será un verdadero honor complaceros. Sois mis invitados, nobles brahmanes.
Cocineros y sirvientes les brindaron unos platos exquisitos. Pero los yaksha, sentados a la mesa, los despreciaron todos.
-No nos gusta.
-No tenéis más que pedir, y os traerán lo que sea de vuestro agrado.
Pero el rey no tardó en comprobar cuán falsos eran sus rostros y sus ropas de brahmanes. Los demonios recuperaron su aspecto y exigieron su alimento preferido.
-Nosotros comemos carne humana. Tiene que estar cruda y recién cortada; y bebemos sangre humana aún caliente.
Los demonios no se sacian nunca, y padecen mucho por esta causa. El rey lo sabía y sentía lástima por ellos. Tenía que complacerlos.
-Mi obligación es atender a los que piden caridad.
Se levantó y fue a deliberar con sus ministros, ya que parecía imposible atender esa petición. ¿Quién sería capaz de llegar a ese extremo? Ni él ni el más despiadado de los hombres.
-"La única solución es ofrecerles a los demonios carne de animales muertos por causas naturales", propusieron los ministros.
-"No la comerán, es carne fría y desangrada. Está claro lo que debo hacer", dijo el rey después de repasar todas las opciones.
"Les daré mi propia carne y mi propia sangre. ¿De qué me sirve mi cuerpo, si no es para complacer con un acto excepcional, que me llenará de satisfacción, a los necesitados?"
-"¡No lo hagas!", gritaron los ministros
El rey Maitribala, desoyendo sus consejos, fue a ver a los demonios y les ofreció su propia sangre.
Los yaksha no podían creerlo. Mientras los médicos llamados por el rey le abrían las venas y el coro de los ministros gritaba "¡No es justo!", ellos sorbían la sangre de la palma de las manos y se la tragaban, extasiados. El líquido rojo oscuro, fragante cual madera de sándalo, bajaba por sus gargantas sedientas. Pero la vitalidad del rey que se desangraba no disminuía. El mismo dilema de ante volvió a obsesionar a los demonios.
-¿Cómo es que sigue siendo igual de fuerte y generoso? No lo entedemos. ¿Qué pretende?
-"Mantener a mis invitados con mi cuerpo es una fortuna. Un acto que tendrá grandes consecuencias para todos. Y ahora saciaré vuestra hambre"
El rey blandió su espada. Cada vez que, con brazo firme, cortaba su carne, una intensa alegría iluminaba su cara. Su felicidad y las horribles heridas obraron el milagro. Los demonios, sobrecogidos, se rindieron.
Su furor había desaparecido. Ni siquiera tocaron la carne apetitosa, que antes habrían devorado con avidez. El gesto del rey había aplacado el rencor de sus corazones, el fuego del odio se había transformado en la pureza de la fe.
A continuación, Shakra, señor de todos los Dioses, descendió hasta él. Aplicó hierbas en sus heridas y calmó su dolor. Luego devolvió su integridad a su cuerpo.
Y así terminó el relato.... unos 600 años antes de Cristo.
Fuentes:
On Yuan Chwang's - Travels in India 629-645 A.D. (Págs. 270-278)
Ferruccio Parazolli - El prícincipe Siddharta
http://www.borobudur.tv/jataka_08.htm
www.google.com -> Maitribala
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