domingo, 14 de noviembre de 2010

Disonancias cognitivas


Andar sobre ascuas, subir por un palo engrasado, escupir fuego... ¡Qué entretenimientos más raros!. Todos hemos visto fotografías y vídeos sobre asuntos igual de raros. Pero, ¿qué es una cosa rara? Desconozco la definición formal. Las cosas raras son como la pornografía, es difícil definirlas, pero las reconoces nada mas verlas. Se debe examinar cada afirmación. credo, caso y persona de forma individual. Lo que es para uno una cosa rara, para otro puede ser su más valiosa creencia. ¿Quién es nadie para juzgar?

Un criterio determinante para millones de personas es la ciencia. ¿Cuál es la prueba científica que demuestra tal o cual afirmación?

Podríamos pensar que las personas con mayor capacidad intelectual y mayor formación, la "gente lista" no creen en cosas raras y piensan únicamente de acuerdo a la lógica y la ciencia. Pero esto no es así. Los teólogos, los empresarios de gran éxito que creen en el tarot, las personas con buenas carreras que se desgañitan los domingos en los estadios de fútbol o se pelean con sus familiares a cuenta de la política, pueden ser gente lista, bien formada y educada.

¿Por qué cree la gente lista en cosas raras? Porque está entrenada para defender creencias y afirmaciones a las que ha llegado por razones poco inteligentes.

Es decir, a menudo la mayoría llegamos a creer en lo que creemos por motivos que poco tienen que ver con los datos empíricos y el razonamiento lógico, que presuntamente, la gente lista utiliza mejor. Más bien, variables como la predisposición genética, las preferencias de los padres, la influencia de los hermanos, las presiones de los compañeros, las experiencias en el período educativo y las impresiones que nos deja la vida conforman las preferencias de carácter y las inclinaciones emocionales que, junto con múltiples influencias sociales y culturales, nos llevan a decidirnos por unas creencias u otras.

Rara vez alguno de nosotros se sienta ante una relación de hechos, sopesa los pros y los contras, y opta por lo que parece más lógico y racional sin tener en cuenta lo que creíamos con anterioridad. Al contrario: los hechos del mundo nos llegan a través de los filtros coloreados de las teorías, las hipótesis, las corazonadas, las inclinaciones y los prejuicios que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida. Entonces revisamos el corpus de datos y escogemos los que confirman lo que ya creíamos, prescindiendo o desechando mediante racionalizaciones los que no nos cuadran.

Francis Bacon escribió:

"La razón humana, cuando ha adoptado una opinión, hace que todo lo demás la apoye y concuerde con ella. Y aunque haya mayor número de ejemplos y de mayor peso en el lado opuesto, los desatiende y desdeña [...] Y si los acepta porque no halla otra salida, trata de distorsionarlos. Es así como funcionan todas las supersticiones, ya se trate de la astrología, los sueños, los augurios, los juicios divinos, o de cosas de ese tipo en las que los hombres, deleitándose en tales vanidades, realzan los acontecimientos en que se cumplen, y desatienden y olvidan, pese a que esto ocurra con mayor frecuencia, aquellos en donde fallan. ”

Se considera que cambiar de opinión es una frivolidad. Y lo contrario, una señal de cordura y lealtad (“yo siempre he votado al mismo partido”). De hecho el cerebro detesta alterar sus costumbres porque en ello se juega la supervivencia.

La vejiga de la orina se mantiene normalmente bloqueada toda la noche. En las personas cuya jornada laboral es diurna, aunque cambien a un horario de trabajo nocturno, la vejiga mantiene su propio ritmo y dará señales de vida y les despertará mientras descansan durante el día. Así, los ciclos del reloj biológico tienen la misma importancia que los ciclos mentales. Lo importante es no cambiar.


Opinión humana

Los psicólogos Carlos Tavris y Elliot Aronson han demostrado que hay zonas activas del neocortex cerebral que, literalmente, se bloquean cuando a los participantes en el experimento se les da información disonante, es decir, información que atenta contra sus convicciones, tanto sobre asuntos importantes como secundarios. La disonancia cognitiva es un conflicto entre dos ideas simultáneas que crea desasosiego y estrés en las personas.

A esto se une el sesgo retrospectivo; una vez que sabemos lo que ha ocurrido, tendemos a modificar el recuerdo de nuestra opinión previa a que ocurrieran los hechos, en favor del resultado final. Es el famoso: "ya lo decía yo". Tendemos a olvidar cuando nos equivocamos y a recordar lo que acertamos, de forma inconsciente.

Esto nos lleva a estar en inferioridad con respecto a nuestros primos evolutivos, los chimpancés, que sí son capaces de cambiar de opinión cuando comprenden que la nueva les proporciona mayores beneficios que la primera que les inculcaron. Pueden, incluso, considerar varias opciones simultáneas como una elección válida.

Así, un chimpancé nunca votaría a un partido político incapaz de gestionar una sociedad por razones tan ilógicamente humanas como: siempre he votado a ese partido, no deseo cambiar, cambiar es de chaqueteros, yo siempre he sido (rojo, azul, verde, morado) y no voy a cambiar ahora. Ellos serían capaces de dar un porcentaje de su voto al partido rojo, otro porcentaje al partido azul, otro al verde y otro al morado.

Si buscamos ponernos a las riendas de nosotros mismos, debemos estar dispuestos a cambiar de opinión y ser conscientes de que tendremos que hacer un gran esfuerzo para ello. ¿La recompensa? Mayor libertad individual.


Fuentes:

Punset, Eduardo (2010) - Viaje al poder de la mente
Michael Shermer (1997) - Por qué creemos en cosas raras
Francis Bacon (1620) - Indicaciones relativas a la interpretación de la naturaleza


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