sábado, 10 de diciembre de 2011

¿Qué es esto? Primera parte


El frontón creativo

El monje zen Pai Chang (720-814 d.c.) tenía tantos estudiantes que tuvo que abrir un segundo monasterio. Para nombrar a un maestro para que se encargase de éste, reunió a sus monjes y se presentó ante ellos con un jarrón, y pregunto:
-Sin decir que es un jarrón, decidme, ¿qué es esto?
El monje principal dijo: "No se puede decir que sea un trozo de madera"
Otro monje dijo: "No es el espacio vacío que hay dentro"
En ese momento el cocinero del monasterio apareció, derribó el jarrón con el pie y a continuación se fue.
Po-Chang puso el nuevo monasterio a cargo del cocinero.

La pregunta capital de toda la historia de la Filosofía es "¿Qué es el ser?". Y milenios después, seguimos sin respuesta.

Los seres humanos nacemos y despertamos a la conciencia sin tener ni idea de por qué estamos aquí y qué es todo esto que nos rodea. Lo curioso es que morimos de la misma manera que hemos nacido, rodeados de una interrogación.

Parece ser que a los humanos nos incomoda no tener respuestas a lo que nos preguntamos, así que preferimos inventarnos historias que calmen esa inquietud antes que aceptar la duda de la existencia o nuestra incapacidad para comprenderla.
Es algo que yo llamo el "frontón creativo" y que funciona de manera muy simple: Un humano lanza una pregunta y en el frontón rebota una respuesta en forma de historia ficticia que satisface la curiosidad.

De esta forma preguntamos: ¿Qué es todo esto? y cada vez que lanzamos la pregunta, el frontón nos da una respuesta diferente.

Todo esto es:

Dios
La naturaleza
Los espíritus
El Kaos de los griegos
Una creación de uno o varios dioses que están fuera de esto
Una creación de Quetzalcóatl, el dios del maíz
La creación de Izanagi e Izanami con la lanza Ama-no-Nuboko japonesa
La creación de Ymir, la vaca Audhumbla y Odín
El Universo autocontenido
Miles de trillones de multiversos
Una fractura de simetría en el vacío cuántico
El Tao
La rueda del samsara
Un valle de lágrimas
Una ilusión creada por nuestra propia mente
Nada
... y cualquier otra cosa que vaya surgiendo.

Cada época ha dado respuestas creativas a la profunda e imperiosa necesidad de saber qué es esto. Los humanos se han agrupado en torno a diferentes respuestas y han creado países e imperios luchando contra otras creencias. Lo sagrado ha sido preservar la propia idea de la realidad y lo sacrílego aquello que la pone en entredicho.

El autor de este blog no es tan osado como para pretender tan siquiera intentar responder a esta pregunta, pero hay otras preguntas que desde mi humilde punto de vista, pueden tener una respuesta más precisa.

¿Qué es la vida?

La vida parece ser una propiedad emergente surgida de la capacidad de la materia inorgánica para formar estructuras estables aprovechando la energía en presencia de una fuente constante de energía como nuestro Sol. La explosión y choque de materia durante el tiempo geológico propició la aparición de moléculas capaces generar orden interior. La recombinación de unas moléculas con otras dio lugar a macromoléculas cada vez más estables.

La vida parece presentar un comportamiento fractal, pues este es idéntico a diferentes escalas. Las moléculas primigenias necesitaban energía para permanecer estables, y todos los seres vivos seguimos necesitándola.

Todos buscamos aferrarnos a una fuente de energía que nos proporcione la estabilidad necesaria para mantener la vida que llevamos dentro. Así, las crías sienten el impulso de estar con sus madres para asegurarse la energía que las mantiene con vida; los padres sienten el impulso de estar con las crías para asegurarse de que sus crías sobreviven. Y de esta forma, la vida continúa.

El ciclo nacimiento-crecimiento-reproducción-muerte no siempre ha existido. Los primeros organismos, como las amebas, eran inmortales si las condiciones del entorno no cambiaban. Pero como sí cambiaban, comenzaron a triunfar aquellos organismos que pasaban su información a otros nuevos seres que podían adaptarse de forma más flexible a una realidad cambiante.

La muerte es necesaria para que la vida se mantenga. Y es que precisamente esa es la única finalidad de la vida: su propia supervivencia.

¿Para qué estamos aquí?

Nada es tan importante para la vida como sobrevivir. Para ello utiliza creaciones cada vez más sofisticadas como las células, las plantas y los animales. Cada ser, que no es más que una herramienta del sistema-vida, aprovecha la energía de su entorno y colabora o lucha contra otros seres que también intentan hacer lo mismo. Los seres más adaptados a la lucha o la colaboración sobreviven y los que no, se extinguen.

Cuando un ser humano estudia, trabaja, lucha, ama, roba o mata, obtiene energía de su entorno para hacer que la vida que está dentro de él, continúe en la siguiente generación. La recompensa que nos da la vida por ayudarla es el placer y el castigo por no seguir sus dictados es el dolor.

La vida ha sufrido grandes retos a lo largo de su historia, en forma de extinciones masivas: Glaciaciones, sequías, descensos y ascensos del nivel del mar, erupciones volcánicas masivas, terremotos, choques de asteroides... Nada ha podido con el simple y eficaz diseño de la persistencia de la vida: si se extinguen unas especies, otras toman el relevo.

Y es que la persistencia es la cualidad más notable de la vida.
Si falta el oxígeno, los seres anaerobios triunfan. Si hay mucho oxígeno, éstos se encapsulan dentro de células. Si hay un entorno de agua, calor y azufre, cangrejos y sérpulas toman el relevo. Si la presión aumenta, no hay problema: ahí están los seres abisales. Si hay radioactividad, los tardígrados y las cucarachas sabrán bien qué hacer.

Parece como si la vida hubiese probado todas las posibilidades y tuviese un plan B para perpetuarse aprovechando la energía  disponible en cada momento.

No es de extrañar que podamos explicar el comportamiento humano en términos estrictamente energéticos, como intentaré hacer en el próximo post.



viernes, 11 de noviembre de 2011

El pésame de Einstein


Querido Dr. Marcus,

Un ser humano es una parte de un todo, al que llamamos “Universo”, una parte limitada en el tiempo y el espacio. Él experimenta por si mismo (sus pensamientos y sensaciones) como si estuvieran apartados del resto; una especie de falsa ilusión óptica producida por su consciencia. El esfuerzo necesario para liberarse a uno mismo de esta falsa ilusión es un problema que debe resolver la verdadera religión. No alimentar esta falsa ilusión, sino intentar superarla, es la única forma de alcanzar un nivel de paz mental asequible.

Con mis mejores deseos,
Sinceramente suyo,
 Albert Einstein.


Esta carta de condolencia fue enviada por Einstein a Robert S. Marcus en febrero de 1950. Por aquel entonces Marcus era director político del Congreso Mundial Judío y acababa de perder a su hijo por la polio.  Esta reflexión va en línea con lo propuesto por el budismo zen y otros.



Fuente: http://amazings.es/2011/11/11/einstein-original-hasta-para-dar-el-pesame/

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Una posible solución: vida simple, corazón profundo

Con nuestros pensamientos hacemos el mundo


Cierta noche, un curioso personaje sufí llamado Nasrudín, se encontraba a cuatro patas bajo una farola buscando afanosamente algo. Un conocido vino a pasar por allí y, extrañado de encontrarle en aquella guisa a esas horas de la noche, le preguntó que le ocurría.

—He perdido la llave de mi casa y la estoy buscando —respondió Nasrudín.

Su amigo quiso ayudarle y se puso a buscar la llave junto a él. Al cabo de más de una hora de búsqueda sin resultado, el amigo le preguntó dónde la había perdido exactamente. Nasrudín le respondió distraído:

—¡Oh! La perdí en un callejon oscuro, a varias manzanas de aquí.

Su amigo, confundido le dijo:

—Entonces ¿por qué la estas buscando aquí?

—¿Porque aquí hay mas luz! —fue la respuesta de Nasrudín.

Nosotros somos como Nasrudín, hemos perdido la llave que abre el reino de la felicidad, la que nos abre las puertas de nuestro hogar original. Y estamos empeñados en buscarla no donde la hemos perdido, sino allí donde creemos que hay más luz.

Todos los seres somos esencialmente idénticos y buscamos exactamente lo mismo: ser felices y vivir en paz con nosotros mismos y con los demás.

Hagamos lo que hagamos, sea cual sea el sistema religioso, filosófico o político que sigamos, seamos conscientes de ello o no, la meta para todos es la misma: vivir en un estado de felicidad.

Lo que todos estamos buscando es la llave que nos abra este reino de felicidad. Todos anhelamos vivir en un hogar feliz y armonioso en el que podamos, por fin, descansar de tanto dolor, de tanta lucha, conflicto y sufrimiento.

En esto somos todos iguales porque este anhelo de felicidad es la fuerza esencial que mueve nuestra vida. Si perdemos la esperanza de acceder y de vivir en un estado de felicidad, nuestra vida pierde sencillamente su sentido y nos precipitamos en un abismo de depresión o de locura que, llevado a sus últimas consecuencias, termina por conducirnos al nihilismo, a la destrucción y a la muerte.

Desde los albores de su historia, la Humanidad está buscando la llave de la felicidad. Toda la historia de la cultura humana -en agricultura, arquitectura, ingeniería, arte, filosofía o religión- es la historia de la busqueda de la felicidad. Tenemos que reconocer que nuestros antepasados han hecho grandes esfuerzos en este sentido y que han obtenidos importantes logros en muchos aspectos de la vida humana.

No obstante, hoy día, después de miles de años de búsqueda, si somos honestos con nosotros mismos, no podemos evitar la intuición de que tal vez hemos estado buscando en una dirección errónea, o al menos parcial.

Por ejemplo, cometemos el error de identificar la felicidad con la renta per cápita o con el producto interior bruto, con la cantidad de bienes de consumo a los que podemos acceder, con la cantidad de dinero que poseemos para acceder a esos bienes de consumo, etc.

Y aunque la historia nos ha demostrado y nos sigue demostrando una y mil veces que el montante de nuestra cuenta bancaria no es garantía de felicidad personal, seguimos obsesionados con aumentar nuestra riqueza material. Como Nasrudín, buscamos la llave de nuestra felicidad allí donde no está.

Debido a este error de bulto, o de percepción como se dice en el Zen, nuestra vida se vuelve más y más complicada y confusa, hasta el punto de que olvidamos cual es el Norte de nuestros esfuerzos: se supone que todo lo que hacemos tiene como finalidad el gozar de una felicidad cada vez mas auténtica y real y, sin embargo, el mecanismo complicado que seguimos para ello nos aleja cada vez más de lo que perseguimos. Porque en esta vida todo tiene un precio, aunque muchas veces este precio no pueda ser valorado en términos monetarios o económicos.

Es hora de que reconozcamos que nuestra felicidad interna no depende de la cantidad de bienes que seamos capaces de producir y de consumir, ni de nuestro nivel de vida, ni del reconocimiento social que consigamos. Es hora de que volvamos a la realidad: el estado de felicidad tiene como principal agente a nuestra propia mente, a nuestra propia percepción.

Es nuestra propia mente la que genera felicidad o infelicidad dependiendo de ciertas leyes exactas que rigen su funcionamiento.

La ecuación fundamental planteada por el Buda Sakyamuni es muy simple: una mente impura genera un mundo impuro; una mente pura genera un mundo puro.

Por mente impura podríamos entender una mente cargada de odio, de cólera, de envidia, de agresividad, de ambición, de desconfianza, de celos. En resumidas cuentas, una mente impura es básicamente aquella que basa toda su cosmovisión en las ilusorias ideas del yo y lo mío.

Por el contrario una mente pura es aquella imbuida de solidaridad, de respeto hacia los demás, de bondad, de confianza, de alegría por el bien de los demás, de amistad, de compasión, de claridad. En resumidas cuentas, una mente que percibe claramente que ningún ser puede existir individualmente, por sí mismo, separado de todos los demás seres, sino que todas las existencias estamos íntimamente interconectadas en una unidad total. Una mente pura es aquella que reconoce las leyes que rigen esta interacción fundamental y que vive en el respeto a ellas.

La llave de la felicidad de los pueblos se halla en la mente de todos y cada uno de los individuos que los forman. Aquí es donde tenemos que buscarla.

El responsable último de nuestro estado de intelicidad actual no es el gobierno de la nación, ni nuestro cónyuge, ni nuestros hijos, padres, hermanos, novios. No es nuestro patrón ni nuestros empleados. No es la coyuntura económica ni la sequía ni las lluvias torrenciales. No es Dios ni Alá ni Buda. Es nuestra propia mente. He aquí el lugar donde hemos de buscar la causa del mundo que percibimos, sea cual sea.

Es nuestra mente la que genera el mundo en el que vivimos. Y lo hace utilizando los materiales de los que dispone: si siente envidia, odio, agresividad y ambición genera un mundo dominado por la envidia, el odio, la agresividad y la ambición; si siente generosidad, confianza, solidaridad y compasión genera un mundo repleto de generosidad, de confianza. de solidaridad y de compasión.

He aqui pues que somos nosotros los únicos responsables de lo que percibimos y de cómo lo percibimos. La llave de la felicidad se encuentra en nuestra propia mente y la responsabilidad de encontrarla es exclusivamente nuestra. En pocas palabras, esta es la esencia de la enseñanza de los maestros Zen. cuyo origen se remonta a la experiencia y al conocimiento alcanzado por el Buda Sakiamuni, hace más de dos mil quinientos anos y que ha sido transmitido de generación a generación, como una antorcha cuya luz y conocimiento han sido protegidos y transmitidos celosamente hasta nuestra época.

Esta enseñanza no es una teoría filosófica basada en la especulación sino el fruto de una real y profunda experiencia reactualizada generación tras generación por los maestros de la transmisión y por millones de personas que tanto en Asia como en Europa y America han puesto y siguen poniendo en practica el principio fundamental según el cual es la propia mente la que genera el mundo que cada uno de nosotros percibe.

Así como las imágenes y las situaciones que vemos en una pantalla de cine no son mas que una proyección de los fotogramas que desfilan a toda velocidad por delante del foco de luz del proyector, de la misma forma las imagenes y situaciones que vivimos en nuestra vida cotidiana no son más que una proyección sobre la blanca pantalla del mundo de los contenidos de nuestra propia mente.

Si la película que estamos viviendo no nos aporta felicidad verdadera y paz interior, la solución es muy simple: cambiemos de rollo. Cambiemos el rollo que continuamente estamos pasando por nuestra mente, es decir, purifiquemos nuestra mente de todo contenido indeseable.

Para poder cambiar de rollo necesitamos alguna cualificación, algunos conocimientos técnicos, de la misma forma que los necesitan los proyectistas de cine.

Necesitamos conocer como funciona nuestra mente. El Buda Sakyamuni puso a disposición de la humanidad una técnica espiritual muy valiosa para acceder al conocimiento de la propia mente. Esta técnica espiritual es la meditación zen llamada Zazen

La practica de zazen es muy simple y carente de artificios especulativos: se trata de sentarse y sentirse.

Sentarse significa parar al menos por unos minutos, la diabolica carrera de obstáculos en la que hemos convertido nuestra vida. Sentirse significa ser íntimo consigo mismo.

Zazen es así de simple. Sin embargo, su simplicidad va acompañada de una gran profundidad.

Dado el alto grado de sofisticación de nuestras sociedades actuales, hemos perdido el sentido de la sencillez, de lo íntimo y de lo evidente.

Creemos ilusoriamente que la felicidad es algo muy dfifícil cde onseguir y que para conseguirla debemos hacer todo tipo de cosas complicadas. O creemos que el progreso tecnológico, con toda su vasta complejidad, es lo que va a conducirnos en el futuro -siempre en el futuro- a un cierto estado de felicidad. O lo que es peor, caemos en el nihilismo y pensamos que nunca podremos acceder a la paz interior y al verdadero bienestar.

Sin embargo, el estado de felicidad. la paz interna, está muy cerca de nosotros: es la sustancia misma de nuestra mente.

Basta con que nos permitamos pararnos, hacer una pausa en nuestro largo y doloroso éxodo y, poco a poco, con paciencia y perseverancia, dejarnos reposar en el lodo estable y pacífico de nuestra propia mente.

¡Puedan estas palabras ser semillas de felicidad para muchos seres vivientes!

Ésta es mi plegaria en este dulce día de otoño en el que una lluvia suave cae como una bendición sobre las montañas del templo Luz Serena.


Prólogo del libro "Vida simple, corazón profundo" del maestro Zen español Dokushô Villalba.



domingo, 16 de octubre de 2011

Las escalas del egoísmo


El único egoismo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor
(Jacinto Benavente
1866 - 1954)

Si montásemos en un avión, veríamos el mar de un maravilloso azul oscuro, plano y en calma. Si volásemos en un ala delta, en el mar aparecerían todo lo más unas manchitas blancas. La espuma de alguna ola que va a romper. Sin embargo, una vez en una playa cualquiera, a la orilla del océano, comprobaríamos como esa aparente calma se transforma en grandes olas, que rompen con estruendo.

Surge entonces la inevitable pregunta: ¿Cuál es el mar verdadero: el embravecido o el que está en calma? Y la respuesta: Ni uno ni otro, ya que la calma es una cualidad psicológica que otorga el observador, dependiendo de la distancia a la que se haya de lo percibido.

Hay padres que ponen a sus hijos nombres como Alejandro, César, Julio, Marco, Aníbal... pensando que son bonitos nombres de personajes históricos. Sin embargo, se horrorizarían al pensar en nombres como Adolf, Saddam u Osama para sus retoños.

Si preguntásemos a un contemporáneo de Alejandro Magno, podría contarnos que en realidad ese gran hombre, no fue más que un asesino que invadió ciudades violando y matando a quienes allí vivían. Qué decir de Julio Cesar, que en su conquista de las Galias arrasó con 1 millón de personas. Por no hablar de Aníbal, general cartaginés y su desastrosa travesía de los Alpes, con 20.000 bajas de su propio bando. ¡Que pregunten a las madres de los muertos!

En estos casos, las cualidades épicas y gloriosas aparecen al alejarnos de los hechos en el tiempo. Nada nos impide entonces pensar que dentro de un par de siglos, nuestros descendientes tendrán preciosos bebés de nombre Hitler.

Algo parecido sucede con un hecho tan cotidiano como es comer. Nos encanta la carne, pero nos horroriza ver como matan a bebes corderos, terneros o lechones. Tanto es así que si tuviéramos que matar con nuestra mano a lo que nos vamos a comer, muchas veces no lo haríamos. Comer carne obviando el sufrimiento que hay detrás, aún siendo un hecho cercano, de total relación causa-efecto, da que pensar.

Ignorar el sufrimiento que producen nuestros actos en otros seres parece ser la norma, no una excepción. Así, no nos importa demasiado que se haga trabajar a niños para coser nuestras flamantes zapatillas deportivas, ni que la fruta que comemos tengan un precio tan bajo debido a que hay personas que trabajan en condiciones de semiesclavitud. ¡Qué nos importa el sufrimiento de otros mientras obtengamos provecho de ellos y sobre todo, no les veamos!

Jhonny

Un general puede ordenar un ataque con misiles y bombas sobre ciudades enteras sin mayor problema. El está frente a un mapa del terreno, que es como un videojuego donde se mueven los "objetivos" que hay que eliminar. Llama al piloto del caza que a miles de metros de altura, mientras oye música, fija unas coordenadas y dispara tocando el enter. Además, él sólo sigue órdenes y a fin de mes, cobra por su trabajo. ¿Dónde está el problema?

En los mercados financieros sucede lo mismo. No es posible percibir el dolor de las personas que han perdido sus ahorros detrás de pantallas llenas de cifras verdes y rojas, porcentajes y gráficos. Lo importante es salvarnos nosotros, obtener beneficio de donde se pueda. Y si alguien tiene que quebrar... ¡qué demonios, que quiebre! Total, no hay ningún mal en algo que no se ve, no se huele, no se oye, no se siente ....

Se dice que el esclavismo fue abolido pero no es cierto. Las personas trabajamos obligadas por un sistema que sólo desea extraer el máximo provecho de nuestro esfuerzo. Quienes se benefician, no nos conocen y no les importa lo más mínimo lo que sintamos. Pero es que a nosotros tampoco nos importa lo que sientan ellos mientras podamos beneficiarnos mínimamente de este juego perverso.

¿Acaso no pensaron lo mismo quienes propiciaron la crisis?

El ser humano tiene un grave problema de percepción y negación, que le convierte en psicópata a la primera de cambio. Lo peor es que este comportamiento está en lo más íntimo de nuestra naturaleza. Y no va a cambiar.


sábado, 1 de octubre de 2011

Los aspirantes al poder

La semana pasada acudí a la sede de una conocida empresa para entrevistar a su consejero delegado. En la recepción, un guardia de Seguridad me dio un pase, pero se negó a dejarme acceder porque lo había colocado en el bolso en lugar de en el abrigo. Después de cambiarlo como me dijo, me pemitió entrar advirtiéndome de que no se me dejaría salir a menos que devolviese el pase sin daños. Al otro lado de la barrera, aguardaba el consejero delegado, todo encanto y cortesía.

El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe por completo, como escribió Lord Acton. Pero creo que no entendió la idea correctamente: el poder puede corromper, pero el poder absoluto corrompe mucho menos que el poder parcial, como demuestra el ejemplo del consejero delegado y el guardia. Esta tesis tiene el respaldo de un nuevo estudio que muestra que las personas que tienen algo de poder pero carecen de estatus pueden comportarse de forma desagradable y disfrutar humillando.

El estudio, que se publicará en el Journal of Experimental Social Psychology describe un experimento en el que se pidió a estudiantes que diesen órdenes a otros. Aquellos a los que se les había asignado papeles de bajo estatus solían disfrutar obligando a la gente a hacer cosas humillantes, mientras que los que tenían empleos con un estatus más alto, los trataban con más respeto.

La lectura de este experimento me recordó una cruel escena que tuvo lugar hace seis semanas en el aeropuerto de Heathrow. Había llegado muy pronto para acompañar a mi hijo que cogía un vuelo a EEUU, pero después de una interminable espera en el mostrador de Delta, descubrí que había olvidado conseguirle un visado electrónico. Ahí comenzó una carrera por el aeropuerto en busca de un ordenador con el que escribir la información y obtener finalmente el visado. Entonces, volvimos al mostrador, donde un hombre con walkie-talkies miraba su reloj. Quedaban 58 minutos para que despegara el avión, pero movió su cabeza: demasiado tarde. Mi hijo se echó a llorar. Yo supliqué e imploré y hasta habria ladrado con gusto como un perro. "Lo siento señora", dijo sin ninguna lástíma.

Prepotencia

Con esto no quiero decir que todos los que desempeñen trabajos de bajo estatus disfruten tratando con prepotencia a una madre histérica; algunos de ellos son extraordinariamente agradables. Sin embargo, existe un síndrome de modesta maldad que suele obviarse en la teoria del management. Se dice con frecuencia que la gente con altos cargos son unos bastardos, pero olvidamos que aquellos en los puestos más bajos lo pueden ser aún más.

Los investigadores exponen que la mejor forma de disuadir la tiranía en la parte baja de la jerarquia es asegurarse de que los empleos no carecen de porvenir y que se puede ascender. No estoy deacuerdo. La gente más desagradable con la que he trabajado eran gestores junior empeñados en escalar posiciones dentro de la empresa.

Recuerdo un hombre enconcreto para el que trabajé durante un tiempo. Sólo estaba un peldaño por encima de mí, pero solía disfrutar leyendo en alto mis torpes frases para regocijo del departamento. Ahora tiene un cargo muy importante y es mucho menos desagradable. Me lo encontré en una fiesta, e incluso hizo una broma a su costa.

Es cierto que no todos se vuelven más civilizados cuando escalan puestos. Es evidente que a Gordon Brown no le ablandó su experiencia en el poder. Tampoco a Joseph Stalin. Pero para la mayoría, el éxito parece implicar una mayor simpatía. Tienen más confianza en sí mismos. Sus trabajos son más interesantes y todos les hacen la pelota. Y si esto no basta para ablandarles, siempre queda el inmenso paquete salarial.

Eso no quiere decir que el poder absoluto haga buena a la gente mala. Es sencillamente que
hay menos necesidad de ser malo por placer.

Texto : Lucy Kellaway - Financial Times 1 Octubre 2011
Imagen: Carlos Múnera

sábado, 12 de febrero de 2011

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martes, 4 de enero de 2011

Poder absoluto, poder temporal

Iznogud en plena rabieta

Si el poder que un hombre ejerce sobre otros hombres procede de la naturaleza, podemos diferenciar dos casos claros: o bien es el poder del progenitor sobre su cría, o es la superioridad de dientes, cuernos, patas, garras, veneno y otras armas naturales frente a la de otros animales.

Si aceptamos que el poder ejercido sobre la cría es beneficioso para ésta, nos queda entonces el poder del lobo sobre la oveja. Es decir, el poder de un hombre que tiene poder sería un lobo respecto de los hombres carentes de poder. Quien carece de poder se siente como la oveja hasta que a su vez llega a la situación de tener poder y entonces asume el poder del lobo. Es el “homo homini lupus” (el hombre es un lobo para el hombre).

Quien no tiene poder para proteger a alguien tampoco tiene el derecho de exigirle obediencia. Y viceversa: quien necesita protección y la recibe no tiene derecho a rehusar la obediencia. Asi, quien tiene el poder puede generar contínuamente estímulos eficaces para la obediencia, que de ningún modo son siempre inmorales; otorgando protección y una existencia asegurada, mediante la educación y el interés solidario por los otros.

Hobbes realiza su construcción de la siguiente maner: la debilidad genera la situación de peligro; dicha situación de peligro genera temor; el temor, el deseo de seguridad y éste a su vez la necesidad de un aparato de protección con un grado mayor o menor de complejidad organizativa. Pero, a pesar de todas las medidas de protección, cualquiera puede matar a otro en el momento preciso. Un hombre débil puede llegar a encontrarse en la situación de matar al más fuerte y poderoso de los hombres. En este aspecto, todos los hombres son en verdad, iguales, en tanto todos están amenazados y en peligro.

Analizando desde esta perspectiva las decisiones de emparejamiento humano, vemos como la mujer presenta una propension natural a elegir como macho al más poderoso de entre los que se le presentan. Ello sugiere un comportamiento destinado a la obtención de alimento, cobijo y confort que le proporcione el entorno más favorable para si misma así como la cría y supervivencia de la prole que espera engendrar.

No obstante, si elige al más poderoso, caso de un rey absolutista, verá tornada su aspiración debido al ecosistema generado debajo del dicho rey, que conspirará para su derrocamiento en favor de los aspirantes. Lo mismo sucede en caso de lideres de menor alcurnia pero con igual poder sobre su grupo.

Delante de cada espacio de poder directo se forma una antesala de influencias y poderes indirectos, un acceso al oído, un pasaje a la psique del poderoso. No hay poder humano que carezca de esta antesala y este pasaje. El problema de informar al rey es el problema central de toda monarquía , porque es el problema del acceso a la cima del poder.

Quien tenga acceso directo al rey participará de su poder. Y ese es el inicio de los problemas.

El aspirante al trono, una vez iniciadas las intrigas y concluidas estas felizmente, no tendrá el menor interés de dejar como legado su trono al hijo del derrocado, sino que querrá que su linaje conserve el poder y se beneficie de él.

Idéntico comportamiento podemos observar en animales como el león, que mata a las crias de los leones sometidos para poder tener nueva descendencia con las leonas y que sean sus genes los que continuen la estirpe.

La mujer, obedeciendo la ley del mínimo esfuerzo para el máximo aprovechamiento de la energía disponible, ahorra. La naturaleza premia dicha conducta con placer, cosa que no sucede en la misma medida en el hombre, que prefiere derrochar, como exhibición de su poder ante la hembra.

Pero ese ahorro femenino mira de reojo al dispendio masculino, de forma que ella elegirá al macho que mayor energía sea capaz de producir, utilizar y además, la exhiba. Esta energía se traduce en dinero, regalos y bienes de todo tipo.

Debido a esto, la mujer es materialista por naturaleza, pues debe elegir, de entre sus posibilidades, al macho que más energía obtenga para sí y esa energía, dejando al margen disquisiciones heissembergianas, es material. Parecería que el lider-rey es el candidato óptimo en este caso, pero como hemos visto, la duración del lider como tal tiende a ser temporal.

Por todo ello, la estrategia de preferir al hombre con mayor poder podría no ser la estrategia óptima, siendo más adecuada la de preferir hombres con menos poder y por tanto, con visos de mantener su status a largo plazo.

Y es que ... ¿qué tiene de atractivo un rey transformado en sapo??