martes, 30 de diciembre de 2025

LOS POLLITOS

 

CAPÍTULO I: POLLITOS


1. Eclosión Sincronizada

La oscuridad no es total, es roja. Un rojo venoso, traslúcido, filtrado a través de una pared de calcio de apenas 0,3 milímetros de espesor. Dentro, la temperatura es una constante inamovible: 37,5 grados Celsius. No hay madre, no hay nido de paja, no hay irregularidades del terreno. Solo hay una bandeja de polímero plástico rígido, apilada en una torre de cinco metros de altura, dentro de una nave industrial en las afueras de un polígono logístico en Guadalajara.

El aire huele a formaldehído residual y a humedad caliente. Es un aire reciclado, forzado a través de turbinas masivas que zumban con una frecuencia grave, un basso continuo que vibra en el líquido amniótico antes incluso de que el oído esté completamente formado.

El sujeto A-78942, un organismo biológico de la especie Gallus gallus domesticus, comienza la fase final. El diente de huevo, una pequeña protuberancia calcárea en la punta del pico, raspa contra la membrana interna. No es un acto consciente. Es un imperativo químico. El nivel de dióxido de carbono dentro de la cámara de aire del huevo ha subido, desencadenando espasmos musculares involuntarios en el cuello del embrión.

Crack.

La primera fisura es microscópica. Entra oxígeno puro, seco, industrial. El pulmón, hasta ahora un órgano colapsado e inútil, se expande con violencia. Duele. El primer contacto con la vida es una abrasión. El sujeto pía. No es un sonido de alegría, es un reflejo de choque.

Pero el sujeto A-78942 no está solo. A su alrededor, en la misma bandeja de ciento cincuenta unidades, y en las miles de bandejas apiladas en la sala de incubación número 4, otros cincuenta mil organismos están rompiendo el cascarón al unísono. El sonido no es el piar tierno de la literatura infantil. Es un ruido blanco, ensordecedor, una estática orgánica compuesta por miles de picos golpeando el calcio y miles de cuerpos húmedos arrastrándose sobre cáscaras rotas y heces meconiales.

La luz se enciende de golpe. Tubos fluorescentes de alta intensidad bañan la sala con un blanco clínico. El ciclo de oscuridad de 21 días ha terminado. Ahora comienza la producción.

El sujeto A-78942, todavía húmedo, con el plumón amarillo pegado al cuerpo tembloroso, busca instintivamente calor. Su programación genética, inalterada durante milenios, le dice que debe buscar el vientre de la gallina, una fuente de calor focalizada y suave. Se mueve tropezando con los cuerpos de sus hermanos. No encuentra plumas, encuentra plástico duro y resbaladizo. No encuentra el cloqueo materno que marca el ritmo de seguridad, encuentra el estruendo de la maquinaria que se pone en marcha.

El suelo bajo sus patas, que no son más que cartílago blando y piel transparente, empieza a temblar. No es un temblor orgánico. La torre de bandejas se ha desacoplado del sistema de volteo. Un brazo hidráulico empuja el carro metálico. El mundo se mueve.

2. El Operario (Perspectiva B)

Javier se ajusta los tapones de espuma en los oídos antes de cruzar la esclusa sanitaria. El protocolo exige ducharse, dejar la ropa de calle y ponerse el uniforme blanco, las botas de goma blancas y la redecilla para el pelo. Javier odia el olor de la sala de nacedoras. Es un olor dulce, empalagoso, una mezcla de vida naciendo y materia orgánica descomponiéndose rápidamente por el calor. Huele a yema cocida y a desinfectante industrial.

Mira el reloj digital en la pared: 05:45 AM. Turno de mañana. Hoy tocan, según el parte de producción pegado en el panel de metacrilato, ochenta mil nacimientos.

—El lote 4B está listo para saque —dice el encargado, un hombre que apenas levanta la vista de su tablet.

—Voy —responde Javier. Su voz suena metálica dentro de su propia cabeza por los tapones.

Javier no ve pollitos. Hace tres años que dejó de ver animales. Lo que Javier ve son "unidades". Ve manchas amarillas que se mueven y que deben ser procesadas antes de que pierdan hidratación. Su trabajo es físico, repetitivo y desconectado de la empatía. Si empatizara, no podría cobrar los 1.150 euros netos a fin de mes.

Entra en la sala de nacedoras. El calor le golpea la cara. Agarra el carro metálico con las bandejas. Las ruedas chirrían sobre el suelo de epoxi rojo. Javier empuja. Dentro de las bandejas, la masa amarilla se agita. Algunos pollitos han nacido con malformaciones; sus órganos están expuestos o sus patas abiertas en ángulo de 180 grados. Javier sabe que esos no pasarán la primera criba visual, pero no es su problema ahora. Su problema es volcar las bandejas en la tolva de separación sin que se atasque la cinta.

Llega a la máquina de transferencia. Es un dispositivo de acero inoxidable, ruidoso y eficiente. Javier levanta una bandeja de plástico. Pesa. Está llena de cáscaras rotas, líquido y cincuenta o sesenta vidas frenéticas.

—Allá va —murmura.

Con un movimiento seco de muñeca, voltea la bandeja sobre la cinta transportadora. Los pollitos caen. Caída libre de treinta centímetros. Golpean contra la goma negra de la cinta o contra los cuerpos de los que cayeron antes. Las cáscaras caen con ellos. La máquina, mediante un sistema de rodillos y vibración, separa lo sólido inerte (cáscara) de lo sólido vivo (pollito).

Javier repite el movimiento. Bandeja, volteo, golpe, cinta. Bandeja, volteo, golpe, cinta. Es un metrónomo humano. No hay crueldad en sus gestos, solo economía de esfuerzo. La crueldad es sistémica, no individual. Él solo alimenta la máquina.

3. La Cinta de Triaje

El sujeto A-78942 aterriza de espaldas sobre la goma negra en movimiento. El impacto le saca el aire de los sacos aéreos por un segundo. Antes de que pueda darse la vuelta, una lluvia de cáscaras le cae encima procedente de la siguiente bandeja. La cinta vibra violentamente. El suelo se mueve a un metro por segundo.

El mundo es ahora una vorágine de velocidad. A su izquierda y derecha, miles de sus hermanos pían en un tono agudo, de socorro. El instinto de A-78942 le grita que se quede quieto, que se agache y se haga invisible a los depredadores. Pero no puede quedarse quieto. La cinta lo arrastra.

Pasa por debajo de una cortina de cadenas metálicas que cuelgan del techo de la máquina. El metal frío le golpea la cabeza, arrastrando los restos de cáscara que tenía pegados. Superada la barrera, la cinta se ensancha. La luz es aún más fuerte aquí. Hay figuras gigantes a los lados de la cinta. Son humanos.

Manos enguantadas en látex azul se mueven como aves de presa rápidas. Son los descartadores primarios. Buscan lo obvio: los débiles, los manchados de vitelo, los que tienen las tripas fuera, los que nacieron ciegos.

A-78942 es fuerte. Sus patas, aunque endebles, lo sostienen. Sus ojos negros brillan. Pasa la primera inspección sin ser tocado. Un hermano suyo, a diez centímetros, no tiene tanta suerte. Tiene una pata torcida. Una mano azul lo agarra por el cuerpo, apretando lo suficiente para inmovilizarlo pero no para matarlo, y lo lanza a un cubo de plástico gris situado en el suelo. El golpe contra el fondo del cubo es seco. Allí, el hermano de A-78942 agonizará aplastado lentamente por los cientos que vendrán después. No es una muerte rápida. Es una muerte por asfixia y compresión bajo una montaña de descarte defectuoso.

Pero A-78942 sigue en la cinta. Ha sobrevivido a los primeros cinco minutos de vida. Ahora llega al carrusel de sexaje. El momento decisivo. La bifurcación biológica que determinará si vive cuarenta días o si muere en los próximos cuarenta segundos.

4. El Sexaje (Perspectiva A/B)

La sala de sexaje es circular. Una mesa giratoria de acero inoxidable domina el centro. Alrededor, diez personas sentadas en taburetes ergonómicos, con luces focalizadas sobre sus estaciones de trabajo.

El sujeto A-78942 cae desde la cinta principal al carrusel giratorio. El acero está frío. Se resbala. Intenta ponerse de pie, clavar las garras que aún no están afiladas, pero la superficie es un espejo metálico diseñado para la higiene, no para la tracción.

Elena está en el puesto 4. Tiene tendinitis en el túnel carpiano de la mano derecha. Lleva una muñequera color carne bajo el guante. Cobra un plus de productividad si supera los 1.200 sexajes por hora con un margen de error inferior al 2%. Eso significa un pollo cada tres segundos.

Elena no mira a los ojos de los animales. Mira la cloaca y las plumas del ala. En esta estirpe genética específica, el sexaje se hace por el crecimiento de las plumas de las alas (sexaje por pluma). Las hembras tienen dos filas de plumas de distinta longitud en el ala; los machos, una fila o dos de la misma longitud.

La mano de Elena baja. Agarra al sujeto A-78942.

La sensación para el pollito es terrorífica. La presión sobre el tórax es inmensa. Es levantado en el aire. Sus patas patalean en el vacío.

Elena despliega el ala izquierda del pollito con el pulgar y el índice, como quien abre un abanico de naipes.

Un segundo.

Los ojos de Elena escanean el patrón de las plumas.

Misma longitud.

Macho.

En la industria de la puesta de huevos, el macho es un error biológico. No pone huevos. Su genética está diseñada para ser ligera y no engorda lo suficiente para ser vendido como carne (broiler). Consume pienso y espacio. Es, en términos contables, un pasivo neto. Un residuo.

Elena no siente odio. Siente que le duele la muñeca.

Su mano izquierda se mueve hacia el orificio situado en la mesa, marcado con una banda roja.

El "Agujero de los Machos".

Su mano derecha se prepara para coger al siguiente de la cinta.

Elena suelta al sujeto A-78942 sobre el agujero.

La gravedad hace el resto.

5. La Caída

A-78942 cae por un tubo de PVC oscuro. El tobogán es empinado. Se desliza a gran velocidad, golpeándose contra las paredes del tubo. El ruido cambia. Ya no es el zumbido de las turbinas de aire. Es un rugido mecánico, profundo, vibrante, que hace temblar la estructura misma del tubo.

Desemboca en una cinta transportadora inferior, situada en el subsuelo de la sala de procesamiento. Aquí no hay luz blanca, solo una penumbra funcional.

No está solo. Es un río amarillo. Miles de pollitos machos, recién sexados, viajan en esta cinta ancha.

Algunos intentan correr en sentido contrario al movimiento de la cinta, impulsados por un pánico atávico. Pero la cinta es implacable y rápida.

El olor aquí es diferente. Huele a hierro oxidado y a sangre fresca. Huele a muerte húmeda.

Al final de la cinta, a unos diez metros, hay una estructura metálica en forma de embudo.

El ruido viene de ahí. Es un sonido de rotura, de crujido húmedo a miles de revoluciones por minuto.

Son los rodillos de maceración. Cuchillas de acero de alta resistencia que giran enfrentadas a gran velocidad. La normativa europea permite la trituración de pollitos de menos de 72 horas de vida siempre que la muerte sea "instantánea".

A-78942 se acerca al borde.

La presión de los cuerpos detrás de él es insoportable. Una marea de vida empujando hacia la extinción.

Llega al precipicio de goma.

Cae.

El tiempo se dilata.

Ve las cuchillas giratorias abajo, borrosas por la velocidad.

Siente el aire desplazado por la rotación de los metales.

Cae sobre el cuerpo de otro pollito que acaba de ser alcanzado por el rodillo.

Una punta de acero impacta contra su cráneo.

No hay dolor procesable. La velocidad del impacto supera la velocidad de transmisión del impulso nervioso al cerebro.

El cráneo colapsa. El cuerpo es succionado entre los engranajes.

Huesos, pico, plumas, corazón, hígado.

En una fracción de segundo, el sujeto A-78942 deja de ser un organismo individual. Se convierte en una pasta homogénea, rosada y grisácea, que cae en un contenedor industrial situado debajo.

Esta pasta será procesada, deshidratada y convertida en harina de subproducto para pienso de otros animales o fertilizante.

La cinta sigue trayendo más. El río amarillo no se detiene.

Arriba, en la sala, Elena se frota la muñeca y coge otro pollito.

Hembra.

Esta vivirá.

Vivirá para ser enviada a una nave de recría y luego a una jaula enriquecida. Vivirá para poner trescientos huevos al año hasta que su calcio se agote.

Pero esa es otra historia de horror.

Abajo, la trituradora sigue girando.

6. Alternativa: El Gas (Variante de proceso)

En otras instalaciones, el tubo de PVC no lleva a unas cuchillas.

Lleva a una caja metálica estanca. Un contenedor de acero con una ventana de cristal reforzado.

Los pollitos caen dentro, amontonándose unos sobre otros. El suelo es blando, hecho de los cuerpos de los primeros en llegar.

Cuando el sensor de peso indica que el contenedor está lleno (doscientos kilos de pollitos vivos), se cierra la compuerta hermética superior.

Se escucha un siseo.

Válvulas neumáticas se abren en la base del contenedor.

Dióxido de carbono (CO2) o Argón.

El gas es más pesado que el aire, así que llena el contenedor desde abajo hacia arriba, como agua invisible.

Los pollitos de abajo son los primeros en reaccionar.

A-78943 boquea.

El aire ha cambiado. Sabe ácido. Pica en la garganta.

Intenta respirar, pero no hay oxígeno.

El pánico se dispara. El sistema nervioso entra en alerta roja.

El pollito estira el cuello hacia arriba, buscando aire limpio. Abre el pico al máximo.

Agita las alas frenéticamente. Convulsiones.

No es una muerte dulce. Es asfixia.

Los pulmones arden. El corazón late tan rápido que parece que va a estallar.

Empieza a saltar, pisando las cabezas de sus hermanos, intentando escalar una montaña de cuerpos que también se convulsionan.

El gas sigue subiendo.

A-78943 siente que la vista se le nubla. Los sonidos se vuelven lejanos.

Las convulsiones motoras se vuelven incontrolables. Su cuerpo salta sin que él lo ordene.

Luego, el colapso.

Cae de lado. El pico sigue abriéndose y cerrándose rítmicamente, cada vez más lento.

La pila de pollitos deja de moverse gradualmente, de abajo hacia arriba.

El contenedor queda en silencio.

Una luz verde se enciende en el panel de control. Ciclo completado.

La compuerta inferior se abre y la carga inerte cae a un camión volquete.


7. Las Elegidas

Mientras la trituradora digiere a la mitad masculina de la especie, la otra mitad —las hembras— continúa su tránsito por la cinta transportadora superior. Ellas son el "producto viable". El sujeto B-78944 ha sido catalogado como hembra por Elena. Ha sobrevivido al agujero de la mesa. Pero la supervivencia en la industria avícola no es una liberación; es el inicio de un proceso de adaptación forzosa a la maquinaria.

La cinta las lleva hacia la siguiente estación: el tratamiento de picos.

En la naturaleza, el pico de una gallina es su herramienta principal. Con él explora, picotea, limpia sus plumas y establece jerarquías sociales. Es un órgano altamente sensible, lleno de terminaciones nerviosas (mecanorreceptores) en la punta, que le permiten discriminar texturas y temperaturas. En un entorno industrial de alta densidad, un pico intacto es un arma. El estrés del confinamiento, la falta de estímulos y la luz artificial constante derivan en canibalismo y picaje. Las aves se comen unas a otras, empezando por la cloaca.

La solución del sistema no es reducir el estrés o aumentar el espacio, sino desarmar al animal.

El sujeto B-78944 llega al módulo de despique infrarrojo (Infrared Beak Trimming). A diferencia de los métodos antiguos de cuchilla caliente que cortaban y cauterizaban provocando heridas abiertas, este método es "limpio" y aséptico, aunque biológicamente violento.

La pollita es inmovilizada por un cabezal mecánico que sujeta su cráneo con firmeza. No puede girar el cuello. Una luz de alta intensidad se dispara sobre la punta de su pico.

No hay corte inmediato. La energía infrarroja penetra en el tejido queratinoso y quema la estructura interna.

B-78944 siente un calor súbito, punzante, en la zona más sensible de su cara. El olor a cuerno quemado, un aroma acre y seco, inunda la micro-cámara de la máquina.

El procedimiento dura una fracción de segundo. El tejido tratado morirá y se desprenderá en diez días, dejando un pico romo, más corto, incapaz de arrancar carne, apto solo para comer pienso granulado. A largo plazo, en muchos animales se formarán neuromas —tumores de terminaciones nerviosas regeneradas— que causarán dolor crónico fantasma cada vez que el pico toque el comedero. Pero eso será un problema del futuro.

Tras el tratamiento, la cinta avanza hacia la vacunación.

B-78944 pasa bajo un arco de spray. Una niebla fría, química, le empapa el plumón recién nacido. Bronquitis infecciosa, Newcastle, Gumboro. El sistema inmunitario, que apenas tiene horas de rodaje, es bombardeado para soportar la carga viral de las naves de recría.

Finalmente, el empaquetado.

Brazos robóticos o manos humanas rápidas cogen a las pollitas por puñados y las lanzan dentro de cajas de plástico perforado. Cajas de transporte.

Cien pollitas por caja.

El espacio es mínimo. B-78944 queda aplastada contra la pared de rejilla. Siente el calor de noventa y nueve cuerpos más. El aire se vuelve denso.

Las cajas se apilan en palets.

El palet se carga en un camión.

La puerta del camión se cierra, sellando la oscuridad.

El viaje a la nave de recría comienza. Allí vivirán hasta las 16 semanas, aprendiendo a comer y beber de máquinas, antes de ser trasladadas a su destino final: las jaulas enriquecidas o los aviarios de puesta, donde pasarán un año y medio convirtiendo calcio y proteína en huevos, bajo ciclos de luz artificial que simulan veranos eternos para evitar que dejen de poner, hasta que sus cuerpos, descalcificados y exhaustos, sean enviados al matadero para convertirse en carne de baja calidad para sopas o nuggets.

El sujeto B-78944 ha tenido "suerte". Ha sobrevivido.