miércoles, 22 de septiembre de 2010

El mentiroso en el campo

Cuando un necio hace gala de su terquedad en la confrontación y demuestre reiteradamente que su imprudencia e ignorancia o bien su vicio, torpedad, carencia de miramiento y civilidad llevan la empresa común al desastre, la opción más sensata será apartarse de él y no volver jamás a entrar en su área de influencia, pues en ésta solo caben los desatinos, luchas vacuas y las torpedades más disparatadas envueltas todas ellas en ínfulas de jactancia y pretenciosidad.

De como quiera que al apartarnos de un necio él podría pensar que por irnos callamos, y por ende, otorgamos; o que por el contrario si vencemos él ha de vengarse de la ilusoria afrenta, hemos aquí de considerar una estrategia tal que a cada cual ponga en su justo término, siendo asimismo útil disponer de una herramienta que nos proteja de los ataques de un contendiente o enemigo que apele a la calumnia.

La estratagema de la maledicencia, imputa al inocente una falta no cometida en provecho malicioso. Afirmar lo que no es cierto de una situación o persona, conlleva a que el atacado se vea doblemente lesionado. Primeramente porque pudiera desconocer aquello que se afirma aunque dañase su reputación (Schopenhauer) y en caso de conocerlo, porque podría darse la circunstancia de no ser fácil e incluso imposible la demostración de su falsedad. Tal es así que la Justicia se encuentra usualmente con casos sobre los que ha de decidir sin conocer verdad sobre los hechos sino tan sólo sus apariencias, siendo estas más o menos probables.


La paradoja del mentiroso, consistente en sentenciar "Yo soy un mentiroso" para a continuación proferir cualquier otra sentencia, deja al oyente en situación de duda. No sabe si la sentencia proferida es cierta o si por haber sido afirmada después de afirmar que se es un mentiroso, es falsa.

Es precisamente esta paradoja la que utilizaremos para neutralizar la maledicencia que el necio podría utilizar hacia nuestra persona como forma de venganza por haberle ignorado o vencido.

Una vez nos encontremos ante él y ante testigos, le informaremos de: que dado que ni queremos su trato ni el de nadie que pueda aceptarlo, le encomendamos viva y solemnemente la tarea de que mienta sobre nuestra persona y circunstancias pasadas, presentes y futuras a todas aquellas personas que acepten de su trato.

Parece claro que así, si cualquier semejante profiriese algo negativo de nosotros, automáticamente desactivaríamos la maledicencia con la duda sobre si fue una invención del necio, que además de necio, se ha convertido en mentiroso por obligación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario