lunes, 20 de septiembre de 2010

La divina comedia


[...] - Y si sabes que los demás son unos bestias, ¿por qué no tratas de ser más inteligente que ellos?

Y concluía que si fuese a esperar que la gente se hiciese inteligente iba a necesitar mucha paciencia. Además, ¿quién no se siente más inteligente que los demás?

- Entonces me convencí a mí mismo de que los hombres no cambian y que intentar cambiarlos es perder el tiempo.

¡Así es, Sonia, esta es su ley!

Ahora estoy convencido que el verdadero Señor de los Hombres será aquel que más se les aventaje en fuerza, firmeza de alma e inteligencia. Cuanto más audaz sea, más razón tendrá, a sus ojos. Aquel que los desafía y los desprecia, les impondrá respeto. Es lo que siempre ocurre y siempre ocurrirá. Sólo un ciego no lo ve.

Entonces me convencí de que el poder sólo le es dado a aquel que se atreve a bajarse para tomarlo.

Quise ser audaz, Sonia, quise desafiarla, despreciarla... por eso la maté.
[...]

Nietzsche, en La Divina Comedia
de Manoel de Oliveira



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