jueves, 28 de octubre de 2010

Anticampeón F.C.




No quiero ser mejor que tú.
Mis retos son personales;

mi juez, yo mismo.



Supongamos que hemos fabricado el motor más eficiente del momento. Con él hemos logrado la proeza de recorrer 1000 Km con una sola gota de gasolina y además, el residuo resulta ser un cubito sólido que sirve de abono a las plantas. Hemos comprobado que estamos a años luz de la competencia, así que se podría decir que somos los mejores. Queremos un premio.

Para eso hemos enviado los planos de nuestro flamante motor, informes de rendimiento e invitado a varias organizaciones para que lo prueben. Todos han quedado boquiabiertos. Sin dudarlo un momento, la ficticia Asociacíón del Motor Eficiente se apresta a enviarnos las invitaciones para la gala donde tendrá lugar la entrega de nuestro premio y ... STOP!. ¿Qué es todo esto?

La asociación que organiza los premios está formada por personas, empresas o entidades que forzosamente son peores que nosotros, en el sentido de que no han logrado un motor tan eficiente como el nuestro. Entonces, ¿quiénes son ellos para ponerse en situación de superioridad y premiarnos?

Nosotros somos los mejores, del latín melior (fuerte, grande), por tanto no hay nadie que haya crecido más o sea mas fuerte en ese campo en este preciso momento. Sí lo han podido ser en el pasado y posiblemente lo sean en el futuro, pero no ahora. Y ahora, tiempo presente, es cuando nosotros queremos que nos premien otros, cuando realmente, sólo nosotros podríamos premiarnos a nosotros mismos.

En realidad, cuando alguien busca ser premiado, lo que hace es poner en manos de otra persona o entidad el juicio de su valía. La necesidad de aprobación de los demás equivale a decir: "Lo que tú piensas de mí es más importante que la opinión que tengo de mí mismo"

Desgraciadamente estamos rodeados de personas que viven -literalmente- de la aprobación de los demás, como los políticos, los deportistas, cierto tipo de artistas (músicos, pintores), periodistas... Y hemos sido educados pensando que eso es normal.

Esta necesidad de aprobación se fundamenta en una sóla suposición: "No confíes en ti mismo; confirma todo con otra persona primero". Nuestro ambiente cultural refuerza el comportamiento de búsqueda de aprobación como norma de vida. El pensamiento independiente no sólo es anticonvencional , sino que es enemigo de las mismas instituciones que constituyen los baluartes de nuestra sociedad.

Autocoronación de Napoleón Bonaparte, 1805

Cualquier paso dado hacia la independencia y a la busqueda de aprobación propia es un paso que nos aleja del control de los demás. Como resultado, esas actitudes tan sanas son consideradas como egoístas, desconsideradas, indiferentes ... en un esfuerzo para mantenernos en una situación de dependencia externa.

Piénsalo. ¿Necesitamos competir con las personas que conocemos para obtener la alabanza de extraños? ¿Hay alguien a quien regalamos el privilegio de juzgar y premiar (o lo que sería mas delirante, castigar) nuestros actos?

En realidad no es necesario ser el mejor en nada, ni competir para demostrárselo a nadie. Si estamos convencidos de que nosotros somos valiosos por el mero hechos de existir, nadie podrá gobernar nuestros destinos vendiéndonos espejismos de glorias y victorias.



Ref. Wayne W. Dyer - Your Erroneous Zones, 1976
Wikipedia -> La coronación de Napoleón (Jacques-Louis David)


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