viernes, 15 de octubre de 2010

La Asamblea del Pueblo - Locke vs. Pericles



Houses of Parliament, emblema de la democracia parlamentaria

El filósofo inglés John Locke (1632-1704), consideraba que la idea de Dios no puede ser innata en el ser humano ya que hay sociedades donde no existe tal idea. Afirma que el saber humano es limitado puesto que solo el conocimiento proporcionado por los sentidos puede indicarle lo que hay de realidad en los objetos del mundo, y que la verdad es sólo cuestión de palabras. Para paliar las limitaciones de conocimiento de la realidad, en el discurso deberemos utilizar la noción de cosas "probables", no de verdaderas. No en vano fué el padre del empirismo.

No obstante era una persona creyente, y cree en un Dios como un gran relojero determinista, que organiza el tiempo aprovechándolo al máximo y no desperdiciando ni un instante.

En su obra "Dos ensayos sobre el gobierno civil" (1690), recoge su visión del contrato social, que pasamos a resumir:

Locke no prejuzga la maldad o bondad del ser humano, sino que se limita a afirmar que antes de la aparición del Estado el ser humano goza de los derechos que llama: vida, libertad y propiedad.

El hombre es una criatura de Dios. Así, no puede destruir su vida ni la de los demás , puesto que la vida sólo le pertenece a Él. De igual forma, el hombre no es súbdito de ningún otro hombre; es libre. Finalmente, y siempre en base a la palabra de Dios, la razón natural ofrece al hombre una Naturaleza con todos sus beneficios para que él subsista. La propiedad de esa Naturaleza ha de ser de cada persona en tanto en cuento sea trabajada por él. Es decir, es el trabajo el que da derecho a la propiedad.

El problema es que sin autoridad, no se pueden proteger estos tres derechos.

Para garantizar una vida digna y pacífica, los individuos ceden sus derechos a un soberano o grupo de soberanos, por ejemplo una asamblea o un parlamento, pero teniendo muy presente que esta cesión ni es perpetua ni es irrevocable. Por tanto, el/los soberanos deben cumplir fielmente con los límites de lo pactado.

De esto surge el Estado de Sociedad, de donde resulta el modelo moderno de democracia liberal, donde los individuos elegimos a los gobernantes periódicamente y éstos tienen como misión garantizar el orden social.

Esta argumentación cuestiona la anterior de Hobbes que desembocaba en una defensa del poder absoluto, como la Monarquía Absoluta, la cual sería una institución degradada del estado de la naturaleza. Y es que tal monarquía excluye todo poder independiente del monarca al englobar en sí misma al poder legislativo y ejecutivo, de modo que no existe ningún juez independiente y con autoridad al que poder apelar los súbditos. En este estado de las cosas, el súbdito se ve en un estado de indefensión y como ya habíamos comentado, no existe eso que se llama un esclavo bien adaptado.

Locke realiza un constructo que podríamos tildar de 'cadáver exquisito', puesto no aporta gran cosa a lo ya instaurado por el sabio griego Solón (638-558 a.c.) y refinado por Perícles (495-429 a.c.) en Atenas al menos cinco siglos antes de Cristo y se limita a tomar prestadas ideas de la Grecia clásica y del cristianismo Calvinista.

Pericles fue sinónimo de brillantez intelectual, de madurez política y de democracia. La consolidación de esta última estaba fundada en tres órganos de Gobierno: Heliea, Bulé y ekklesia. La primera de ellas, Heliea era conocida como el Tribunal Popular. Bulé era el Consejo de los Quinientos, formada por diez grupos de cincuenta ciudadanos, el cual representaba a las diez tribus en que se dividía la comunidad ateniense. Ellos eran elegidos por sorteo y renovado cada año.

Su función iba dirigida hacia la ekklesia (Asamblea del pueblo), ya que ellos le preparan las propuestas que debían debatir. En este órgano supremo, cualquiera podía tomar la palabra y solían ser un pequeño grupo de oradores los que intervenían. Esto era debido a que la presentación de una propuesta de ley o de una enmienda anticonstitucionales, podía acarrear el procesamiento e incluso la condena de su inspirador. En esta asamblea la asistencia era libre y remunerada y además integrada por los ciudadanos varones que fueran mayores de edad y que a su vez hubieran estado censados.

Sin embargo Pericles, logró obtener la potestad de gobernar Atenas tanto en política exterior como interior, gracias a que año tras año, y por votación a mano alzada, renovó en la ecclesia, su cargo de Strategós Autocrátor, es decir su cargo de general en jefe de las fuerzas armadas.

Para colmo, la democracia ateniense era directa y no representativa. El ciudadano no elegía a un representante para que tomase las decisiones de manera autónoma, sino que intervenía directamente en el gobierno, como si de una obligación cotidiana se tratara. Efectivamente, como Suiza hace hoy día.

Y es que, a poco que investiguemos, podremos comprobar como las ideas actuales se limitan a ser meros apuntes al margen de las ideas plasmadas en las grandes obras clásicas.


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